En esta entrega voy a describir una situación que me pasó recientemente en relación a una oportunidad de trabajo remoto. Antes de empezar, voy a adelantar el resultado: el trabajo no se concretó, y debo admitir que la culpa recae en mi por no haber leído bien.
Bueno, empecemos.
Hace unos días me contactó una persona para que le ayudara trabajando de manera remota. Esta persona me dio la descripción de la labor y las condiciones de su requerimiento. En ese documento estaban especificadas claramente todas las condiciones del trabajo, por eso recalco que fue mi culpa por no detenerme a leer cuidadosamente, lo cual resultó en mi decisión de no tomar el trabajo.
Las responsabilidades del puesto no son relevantes para motivos de esta entrada. El punto es que luego de leer el requerimiento, me pareció una oportunidad interesante y contacté a la persona de vuelta. Tuvimos una videollamada y, en ella, se decidió que empezaría a trabajar al día siguiente.
Llegó el día y, unos 20 minutos antes de iniciar, me di cuenta de algo que había pasado por alto. Para efectos del pago, el trabajo requería llevar el tiempo trabajado haciendo uso de un software que debîa descargarse en mi computador.
Ese lapso de 20 minutos fue suficiente para investigar un poco al respecto y decidir que trabajar de esta manera no se ajusta a mi cultura de trabajo remoto.
Previamente he trabajo con varios clientes remotamente y en ninguna ocasión me exigieron algo similar. usualmente lo que hago es acordar un alcance de trabajo, unos entregables y/o responsabilidades y, dependiendo de los resultados, se decidía cada cierto tiempo sobre la continuidad del contrato.
Dicho eso, yo comprendo la posición de un empleador en relación a los trabajadores remotos. Es de su completo interés asegurarse de que la persona a quien está contratando esté trabajando como se espera. En este caso el método para lograrlo era mediante un software que se descarga y toma una serie de capturas de pantalla en un lapso de tiempo.
Resulta que la descripción del trabajo si especificaba esto, y lo pasé por alto. De haberlo visto, no lo hubiese aceptado. Bueno, habiendo investigado sobre la aplicación, y partiendo del hecho de ser un software privado, es decir, del cual no es posible verificar que otras funcionalidades realiza, decidí no aceptar.
Justo antes de iniciar la reunión, envié un mensaje escrito al cliente exponiendo mi preocupación al respecto y ofreciendo una alternativa de trabajo, básicamente solicitando una excepción explicando cómo he trabajado exitosamente con todos mis clientes previos.
La respuesta que recibí fue negativa, indicándome que esa condición de monitoreo estaba especificada en la descripcion del puesto, lo cual es cierto, y que no es posible alterarla. Imagino que esto se debe a experiencias previas de este empleador con trabajadores que han tomado provecho o ventaja del trabajo remoto. Pero no todo el mundo es igual ni posee una pobre ética laboral.
Llegó el momento de la reunión y, como podrán imaginar, el resto es historia. El contrato fue cancelado en el acto y no trabajamos ni un minuto. Hay dos moralejas para mi en esta experiencia:
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Leer varias veces a detalle todo nuevo requerimiento o propuesta de trabajo de un potencial cliente antes de aceptar o rechazarla.
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No sacrificar los principios. Esta parte la hice bien. Bajo ninguna circunstancia iba a instalar una aplicación privada cuyo funcionamiento desconozco.
En el trabajo remoto, en especial bajo la modalidad de “freelance”, es importante que ambas partes lleguen a un acuerdo, y en este caso, no se logró.
En mi experiencia, nunca antes había tenido inconveniente con ningún cliente en relación a la modalidad de trabajo pues siempre la entrega de resultados ha sido la prioridad. Dicho eso, es entendible la posición del contratante, ya que algunos trabajadores remotos se aprovechan de la situación para dar el menor esfuerzo posible. Es una minoría de trabajadores quienes hacen eso, pero existe. Por unos pocos, pagamos todos.
Retomando el punto principal, no creo que acudir a este tipo de herramientas invasivas sea una buena medida ante la creciente tendencia al trabajo remoto, ya que se pone en entredicho la confianza hacia el trabajador y también se ve afectada su privacidad. En conclusión se requiere educación y ética para ser un buen trabajador remoto, pero también para ser un buen empleador.